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sábado, febrero 14, 2009

Estabilizaciones y actividad física.

Si entendemos estabilización como la acción necesaria para colocar los distintos segmentos musculares en predisposición a realizar un gesto concreto (ya sea un movimiento concreto, superar o amortiguar una resistencia...), veremos que ésta puede venir por tres vías distintas (que podemos dividir a su vez en dos vertientes):

-Estabilización activa: Lógicamente, la que realizamos de manera consciente respecto a una acción. Viene realizada por uno o varios grupos musculares, que tanto pueden ser los conocidos como “CORE” (siendo esta una base importante del Método Pilates) como otros. Lo utilizaremos en sesiones colectivas también como una opción de entrenamiento.

-Estabilización pasiva: Que a su vez se subdivide en dos (interna y externa). La interna hace referencia a tendones y ligamentos que mantienen fijas las articulaciones. Si no queremos padecer lesiones tanto por desgaste como por traumatismos en estas, debemos evitar en medida de lo posible este tipo de estabilización.

Por otro lado, encontramos también la estabilización pasiva externa, que hace referencia a la inclusión de objetos como “fijadores” del cuerpo en general o las articulaciones en particular. En este caso, las máquinas de fitness convencionales son el más claro ejemplo de las mismas.

¿Cuál nos interesa más? En este caso no debemos nunca abusar de las “pasivas internas” y, según nuestro nivel y objetivos, combinar las otras dos. Pese a que existen tendencias en el entrenamiento funcional que optan por utilizar siempre estabilización activa, el uso de máquinas o implementos orientados a la estabilización pasiva interna es muy útil y en ocasiones la recomendada en niveles de entrenamiento iniciales.

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